Parar en verano
Este verano he parado de verdad, o más bien he parado hacia afuera. Empezó agosto y desinstalé Instagram y Facebook del móvil porque me había quedado sin cosas que decir y porque no quería estar más pendiente de las vacaciones ajenas que de la mía propia. También dejé apartado el ordenador porque pesé que esas “cosas pendientes” podrían seguir pendientes en septiembre.
Me he centrado en disfrutar del mar, de la familia, de los amigos y sobre todo de Martina. También he bailado por la calle, he hecho el ganso en los atardeceres del delta del Ebro y he descubierto un “jacuzzi” natural de aventuras por las rocas de L´Ametlla de Mar. En mis ratos a solas he empezado el libro varias veces recomendado de El Camino del Artista y tengo el propósito de formar un racimo creativo con personas que quieran permitirse dedicar la vida a “jugar”.
Yo estoy peleándome conmigo misma
porque siempre he confiado en lo que “debo hacer” más que en lo
que “me apetece hacer”. He tenido este mes en mi cabeza un
combate feroz: “carrera académica” (aneca, artículos
científicos, congresos) contra “profesión” (tienda online,
todas las mañanas creando pequeñas cosas variopintas, contratar,
escribir en mi blog, subir vídeos a youtube...). Las dos me dan
miedo y no me dan dinero a corto plazo. En las dos tengo que invertir
dinero y tiempo. En la primera la senda está marcada y en la segunda
siento mucha incertidumbre. En julio me había propuesto
llevar las dos en paralelo, pero este agosto he asimilado por fin que
no quiero seguir yendo deprisa. Que necesito focalizar.
Antes usaba la analogía del guante:
las líneas de trabajo eran los dedos. No pasaba nada si uno crecía
mucho mientras el otro estaba en letargo porque ya le llegaría su
turno y ahí estaba la palma para unirlos a todos. Resultado de este
modo de vivir/trabajar: llevo un año y medio sin colgar un texto en
el blog (desde que lo hice, ahora he colgado éste porque no me cabía entero en las redes) y dos años y medio sin colgar nada en la
tienda online (también parada después del primer empujón). Ya sé
que no se acaba el mundo y que he hecho muchas otras cosas. La
cuestión es que ahora siento que de tanto tironear la mano se me ha
desgarrado.
Tengo la necesidad de cerrar el puño y
volar en una sola dirección. Los dedos que quepan dentro se quedan y
los que no, a la mierda. No me importa amputar.
Emocionalmente ya he
hecho el duelo de mi posible “yo directora de proyectos de
investigación europeos” pero mentalmente no consigo cerrar. Mi
mente me dice “aguanta un poco más”, “si tampoco lo pasas tan
mal con los artículos científicos”, “no seas tan radical,
puedes seguir con la carrera académica poco a poco”. La sociedad
me dice “no hay apenas mujeres en puestos altos de la academia,
tienes que estar”. Pero mi estómago se cierra y me devuelve un “NO
NO NO. Ese no es tu lugar. Te apasiona la docencia pero no eres una
académica. Entiendes la docencia como un intercambio de energías
pero tú te alimentas fuera”. La escritura científica no tiene
emociones, no tiene opinión, es objetiva y pragmática. A mí me
gusta escribir lo que siento, lo que pienso, mis dudas, mis miedos,
mis frustraciones...
No entiendo cómo si veo tan claro en
los demás que tienen que apostar por sus talentos, yo no consigo
permitirme ir a muerte con los míos y dejar atrás lo que
honestamente no me pertenece. No puedo. Me encuentro ante un rompecabezas
irresoluble del que no consigo salir.
Y como no puedo pero quiero,
voy a pedir ayuda profesional.
Este mes de agosto he conocido
virtualmente a un montón de mujeres increíbles, casualmente todas
de Barcelona o residentes allí. He leído muchos de sus artículos,
he hecho algunas de sus guías que te ayudan a decidir y a focalizar.
Pero no me es suficiente. El siguiente paso sería apuntarme a cursos
online, sin embargo prefiero el cuerpo a cuerpo aunque sea virtual. Así que ya tengo mi primera cita.
Comentarios
Te admiro,
Tu carlos
Muchas gracias por tus palabras! Hacen que me sienta menos bicho raro...
Besos gigantes.