Volver a enfocar

[Texto rescatado de un post de facebook].
Mañana vuelvo a Madrid. Gracias a Manolo y sus repentinos amigos italianos, he nadado entre chiribitas luminiscentes en una playa oscurísima, aunque solo fuera menos de un minuto porque tenía frío, fue increíble. Es gracioso porque la gente del pueblo no sabía de lo que hablaba. A veces hay que venir de fuera para descubrir lo de dentro. Eso pasa también dentro de uno mismo. Este verano he parado un poco y me he cuestionado el rumbo. Hace unos días pensaba con pena que había desperdiciado tiempo, por perder el enfoque, por compararme con los otros y dudar de mí. Es un defecto que tengo que tiendo a juzgarme a todas horas: esto bien, esto mal. Creo que tengo trabajo hasta que me muera en cambiar esto. No lo veo fácil. Anoche leía un libro que decía que lo que uno vive no es ni bueno ni malo, son experiencias y no son comparables con nada, ni se pueden juzgar. Lo que si podemos hacer es aprender de ellas. En otro libro que he leído este verano decía que vivimos en dos mundos: uno interior y otro exterior. Yo siempre pienso que con el más difícil de lidiar es con el interior. Y cada uno tiene sus batallas particulares. Hay una que veo en otros y no en mí, y es la de moverse libremente y disfrutar. Me recuerda a otros escritos que he leído sobre el movimiento libre en los niños. ¿Y qué pasa con los adultos? Bailamos pensando en lo que pensarán otros al vernos. A mi me encantan las pistas de baile vacías porque me puedo mover libremente, incluso salvajemente. Me parece interesante y necesario encontrar momentos de sentirnos libres con nuestro cuerpo y jugar, como niños o como animales.
Respecto al enfoque, creo que he vuelto al inicio. Hago cosas por el placer de hacerlas, por una especie de necesidad interior de soltar, de sacar y que no quede nada dentro. Que no sea por no haberme atrevido o no haberle dedicado tiempo. Por ahora no encuentro más argumentos que el descubrir lo que soy. El hecho de que después estas cosas que yo hago sirvan a la gente parta disfrutar o "para alimentar el alma" ya es la felicidad máxima.
Y por último he encontrado una misión dentro de la docencia: ayudar a los alumnos a que descubran sus talentos, para que desde ahí puedan aprenderlo todo. Desde lo que son, no desde lo que los demás quieren que sean. Empoderarlos y hacer que descubran su motor para que nunca nadie les pare.




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